3 oct 2012

Una pelea a tres rounds por la Casa Blanca


Barack Obama y Mitt Romney medirán fuerzas este miércoles en Denver (Colorado), la primera cita de un debate programado a tres rounds en la lucha por la Casa Blanca. 
En teoría, el presidente de Estados Unidos llega con todas las de ganar a los enfrentamientos, recta final de uno de las campañas más reñidas que concluirán con los comicios del 6 de noviembre.
Amparado en su gran capacidad oratoria, Obama espera ampliar la ventaja de entre seis y ocho puntos porcentuales que mantiene sobre Romney desde que finalizaron las internas de ambos partidos, cuando los dos candidatos se encontraban en un "empate técnico", con dos o tres puntos de diferencia.

El mandatario recalcará que necesitó cuatro años para frenar la caída en picada de la economía provocada por su antecesor republicano y que requiere de otros cuatro para restaurar el vigor de la primera potencia mundial basándose en una fuerte ingerencia estatal, tal como lo hizo su correligionario Franklin Roosevelt en la Gran Depresión de 1929.
El primer negro que logró sentarse en la Oficina Oval ya tiene en el bolsillo a la principal minoría del país, los latinos, donde el respaldo se acerca al 70%, y espera convencer con su discurso a los indecisos que miran con reticencia la radicalización derechista de los republicanos.
Sin embargo, Obama tiene una larga lista de promesas incumplidas que le juegan en contra entre sus mismos partidarios, como la de regular Wall Street para evitar las estafas y chanchullos que terminaron desatando la crisis o revertir el absurdo de que los más pobres paguen las tasas más altas de impuestos.
Su contrincante sabe que Obama está lejos de reavivar la pasión que desató en el 2008, cuando llegó a la Casa Blanca, e insistirá en que su experiencia empresarial lo habilita para levantar la economía.
Aún así, la carga más pesada en los debates -los otros dos se realizarán el 16 y 22 de octubre en Hempstead (Nueva York) y Boca Ratón (Florida)- la lleva Romney.
La fuerte presión de los sondeos demandan al ex gobernador de Massachusetts una actuación sobresaliente en los tres encuentros cara a cara con Obama si quiere ganar la elección.
En principio deberá revertir las recientes metidas de pata, como las declaraciones en las que despreció al 47% del electorado o planteó la necesidad de que se abrieran las ventanillas de los aviones para reducir el humo cuando se prende fuego una nave.
A juzgar por las encuestas, ni los millones de dólares que está gastando la campaña republicana alcanzan para compensar la falta de carisma de su candidato y las acusaciones de que hizo fortuna aprovechando las quiebras de las empresas durante la crisis y esquivando el pago de impuestos en paraísos fiscales.
Sumado a ello, la permanente presión del ala ultra derechista del partido, ensoberbecida con la designación de Paul Ryan como candidato a la vicepresidencia, obliga a Romney a adoptar posiciones cada vez mesiánicas, como cuando afirmó que “el pueblo estadounidense ha recibido sus derechos no por el gobierno, sino por el propio Dios”,
Pero lo que gana por derecha con definiciones idénticas a las que tenían los que derrumbaron las Torres Gemelas o con posiciones radicales sobre el aborto y la inmigración ilegal lo pierde por el lado de las minorías -las mujeres y los latinos, por ejemplo- y de los indecisos, a quienes su propia indecisión los ubica lejos de los extremos. 
Por estos motivos, se les da una importancia crucial a los debates, entre los que se intercalará el 11 de octubre en Danville (Kentucky) el enfrentamiento entre los otros dos integrantes de las fórmulas, el vicepresidente Joe Biden y Ryan, líder de la facción ultraconservadora y racista Tea Party.
Con tan poco diferencia en las encuestas y a sabiendas de que un error puede dar vuelta los sondeos, se espera que cada “round”, que durará 90 minutos y será visto por unos 50 millones de televidentes, se convierta en una verdadera “madre de todas las batallas” para ganar la Casa Blanca.

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