27 ago 2012

El "Tea Party" se impone para aplastar a Obama



 El Partido Republicano, inmerso en una lucha intestina que va ganando la ultraderecha con la fusta abajo del brazo, cerrará filas esta semana al bendecir a Mitt Romney como su candidato para desalojar, en las elecciones de noviembre, al primer negro que llegó a la Casa Blanca.
La convención nacional partidaria, que se iniciará el lunes y terminará el jueves en Tampa (Florida) con una lluvia de globos y papel picado tricolor, mostrará a Romney como el líder de un frente sin grietas y un neoliberalismo sin tapujos que aplastará en las urnas la política "socializante" de Barack Obama.
El ex gobernador de Massachusetts, quien para dar cobertura médica universal en su estado hizo reformas como las que ahora critican a Obama, llega a la máxima reunión republicana con un llamativo respaldo en las encuestas: está a muy pocos puntos porcentuales de alcanzar a su enemigo del Partido Demócrata.

Sin embargo, para estrechar esa diferencia tiene ante sí la titánica tarea de meter en la misma bolsa a los más conservadores, que lo critican por "progresista", y a los independientes y las minorías, que miran con recelo el avance del extremismo republicano y sus políticas que condenan todo gasto social.
El Tea Party, la agrupación xenófoba surgida con la crisis financiera que predica sin ningún pudor una drástica reducción de los apoyos a la educación, la salud o el desempleo, ya ha sacado una buena tajada en la lucha partidaria.
El compañero de fórmula de Romney será Paul Ryan, un apóstol de la reducción del déficit fiscal a costa de cualquier sacrificio, excepto el presupuesto militar.
Al aceptar su postulación, Ryan, de 42 años, dijo todo lo que la ultraderecha esperaba. Tras reivindicar la prohibición del aborto, aún en casos de violación, y el libre albedrío de los mercados financieros, el candidato a vicepresidente mostró la faceta mesiánica que tanto gusta a sus seguidores.
"Estados Unidos no es sólo un lugar", afirmó. "Es un ideal. Es el único país fundado sobre un ideal. Nuestros derechos vienen de la naturaleza y de Dios, no del gobierno", concluyó el legislador de Wisconsin.
Las concesiones hechas al Tea Party, cuyos líderes estarán entre los principales oradores de la convención, quizás les permita a los republicanos amarrar a su ala más derechista y esto podría traducirse en un mayor peso en la Cámara de Representantes y en el Senado.
Pero si se trata de ganar las presidenciales, es llamativo que a poco más de diez semanas de la cita con las urnas se mantenga sin variación la cantidad de estadounidenses que no se identifican con las políticas de ninguno de los dos partidos, grupo que suma más del 30% de los votantes registrados.
Pese a las promesas incumplidas de Obama, como reducir drásticamente la especulación financiera o eliminar las ventajas impositivas de los más ricos, la propaganda republicana que pinta al presidente como incapaz de manejar la economía no dio hasta ahora los resultados esperados por los republicanos.
El cuadro es aún más preocupante para Romney cuando se habla de la primera minoría del país, los latinos, con la excepción de los cubanos americanos que naturalmente militan en la ultra derecha.
La mayoría de este sector que abarca a más de 40 millones de habitantes, de los cuales casi el 70% son mexicanos, se muestra preocupada por la política antiinmigrantes que pregonan los republicanos. Los sondeos indican que hoy por hoy sólo el 28% de los hispanos apoyarían la fórmula Romney-Ryan, mientras que el 63% se inclinaría por Obama y su vicepresidente, Joe Biden.
Acusado de amasar su fortuna gracias a negocios turbios, en los que se perdieron miles de puestos de trabajo y se usaron paraísos fiscales para evadir impuestos, a Romney, hasta hace poco un exitoso empresario, le cuesta trabajo calar en los sectores más golpeados por la crisis, en particular los que perdieron sus casas y carecen de empleo.
En suma, el Partido Republicano puede congratularse de haber llegado a su convención con una candidatura que abarca la mayor porción de la derecha estadounidense. Lo que está por verse es si ello, sumado a la decepción que se respira en las filas demócratas, será suficiente para llegar al poder.

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