El gobierno
de Uzbekistán, un fuerte aliado de Estados Unidos en ese polvorín llamado Asia
Central, está aplicando un método tan eficiente como sanguinario para controlar
el crecimiento de la población: extirpar úteros o atar las trompas de Falopio,
con o sin consentimiento de las mujeres.
Las
denuncias, hechas por diversos organismos de derechos humanos como Amnistía
Internacional y Avaaz, aseguran que pueden llegar hasta cien mil las mujeres
esterilizadas contra su voluntad tras concurrir a hospitales para una revisión
de rutina o para dar a luz.
El gobierno,
encabezado por el comunista converso Islam Karimov, ha negado reiteradamente
que tenga una política de esterilización masiva y forzada, y su prédica parece
haber calado en los países occidentales, ya que le prestan una fuerte ayuda
económica.
Sin embargo,
los testimonios, todos ellos ofrecidos a condición de que no se revele su
identidad por temor a la fuerte represión con que se contiene cualquier indicio
opositor, hablan a las claras de una violación sistemática de los derechos
humanos, en particular, en este caso, los de las mujeres.
"A cada
médico se le dice cuántas mujeres deben ser esterilizadas. Mi cuota es de
cuatro por mes", dijo a Avaaz un ginecólogo uzbeko, tras aclarar que en
las zonas rurales la cuota puede ascender a ocho.
Las mujeres
no pueden hacer mucho, están a merced de los médicos, cuya estabilidad laboral
y libertad depende de que cumplan con las órdenes de las autoridades.
“En la
mayoría de las mujeres el procedimiento se lleva a cabo después de que dan a
luz”, explicó Natali Antelava, periodista de la BBC que estuvo investigando en
el país.
Cuando se
recuperan, tarde o temprano las mujeres se enteran de que ya no podrán tener
más hijos. El drama suele estallar cuando van al médico por algún malestar o
porque no pueden quedar embarazadas y en la revisión salta que se les practicó
una histerectomía o una ligadura de trompas de Falopio.
A ello se
debe el abrupto incremento de los casos de cesárea, que llegó al 80% de las
mujeres que dan a luz.
“La cesárea
hace muy simple realizar la esterilización y atar las trompas de Falopio",
comentó a la cadena inglesa un cirujano en un hospital de la capital, Taskent.
Los primeros
casos de esterilizaciones forzadas se registraron en el 2005, pero en la
actualidad suman decenas de miles las mujeres que ya no pueden tener hijos,
según médicos uzbekos. A ellas se suman las mujeres que son “convencidas” para
que no incrementen la población, que ronda en unos 28 millones de habitantes.
"Es muy
fácil manipular a una mujer, especialmente si es pobre. Le podés decir que
tendrá problemas de salud si tiene más hijos. Se le puede decir que la
esterilización es lo mejor para ella o que ahora hay que aprovechar porque es
gratis y después no se sabe cuánto costará”, dijo un médico de una población
rural.
Pese a lo
impactante de los relatos, nadie se anima a hacer una denuncia por temor a ser
detenido y torturado.
Karimov,
dirigente del Partido Comunista en la era soviética, lleva más de 20 años en el
poder durante los que prohibió los partidos políticos y encarceló a más de
6.500 presos políticos.
El dirigente
de 70 años es “uno de los peores dictadores del mundo: ha llegado incluso a
cocinar vivos a activistas de la oposición”, dice Avaaz en uno de sus
comunicados.
Pese a ello,
el gobierno de Uzbekistán, país rico en oro, uranio y gas natural, está
recibiendo millones de dólares provenientes de Estados Unidos y de la Unión
Europea tras levantar las sanciones que pesaban sobre el país.
El secreto
es simple: Karimov permitió la instalación de bases estadounidenses en su
territorio y Uzbekistán tiene una excelente ubicación geográfica para enviar o
sacar tropas de Afganistán y Pakistán.
Algunos
grupos de derechos humanos, como Avaaz, cifraron esperanzas en que la
secretaria norteamericana de Estado, Hillary Clinton, quien se proclama
defensora de los derechos de la mujer, promueva en su país y con sus aliados
nuevas sanciones contra el gobierno uzbeko.
Clinton,
incluso, ha condenado personalmente a Karimov. Sin embargo, sus compatriotas
parecen no compartir su criterio y hace poco más de tres meses volvieron a
autorizar el envío de ayuda militar a Uzbekistán.