Si el Francois Hollande presidente no traiciona al Francois Hollande candidato, como lo hicieron sus colegas socialistas de España, Grecia y Portugal, entre otros, su llegada al Palacio del Elíseo podría acotar las duras medidas de recortes implantadas en la Unión Europea y alentar una política de crecimiento y empleo para que la región salga de la crisis en que se encuentra.
Hollande
no la tiene fácil.
La canciller alemana, Angela Merkel, quiere mantener a capa
y espada el reciente acuerdo de la Unión Europea (UE) para imponer a los países
de la eurozona una rígida política fiscal que esfuma los beneficios sociales y
laborales de los “estados de bienestar” desarrollados por los socialdemócratas
e implantan ajustes como los que padecimos los argentinos, junto a muchos
latinoamericanos, en la era neoliberal.
Junto a
ello, el presidente electo de Francia deberá refrendar su apretada victoria
-52% contra 48% del mandatario Nicolás Sarkozy- en las elecciones legislativas
del 10 de junio para hacer realidad su promesa: “El cambio empieza ahora. La
austeridad no puede ser una condena"
Pero
Hollande tampoco está solo en su lucha contra los planes de austeridad y
recortes que ya hicieron sucumbir a diez gobiernos europeos desde fines del
2009.
Los
griegos, cansados de un desempleo record, los recortes de los salarios y
beneficios sociales, y el derrumbe de la actividad económica, manifestaron su
disgusto en las elecciones legislativas celebradas ayer votando contra los
partidos que les impusieron la austeridad fondomonetarista a cambio de dos
paquetes de rescate. Es decir,
abrieron la puerta a un nuevo gobierno que rechazaría esta política neoliberal
a sólo un mes de que el parlamento decida si hace nuevos recortes por más de
11.000 millones de euros como condición para seguir recibiendo asistencia del
FMI y de la UE, en un país donde el salario mínimo ya se redujo un 27%, las
pensiones se recortaron un 20% y el desempleo ascendió al 22%.
Sumado a
esto, el triunfo de Hollande coincidió con un creciente cuestionamiento de las
políticas de ajuste como salida para la crisis debido a sus magros resultados. Para
citar los ejemplos más recientes, España y el Reino Unido entraron en recesión
y el gobierno holandés, un firme defensor de las recetas del FMI, se desplomó
al ser incapaz de lograr un acuerdo para imponer un severo paquete de recortes.
La
austeridad es “un suicidio económico para Europa”, resumió el economista Paul
Krugman en su columna publicada recientemente por el New York Times. "Europa
tuvo varios años de experiencia con programas de austeridad rigurosos y los
resultados son exactamente lo que los estudiantes de historia les dirían que
pasaría: semejantes programas sumen a las economías deprimidas en una depresión
aún más profunda", escribió el Nobel de Economía. "En
vez de admitir que se equivocaron, los líderes europeos parecen decididos a
tirar su economía -y su sociedad- por un precipicio. Y el mundo entero pagará
por eso".
Lo cierto
es que la economía de Europa se está debilitando y que en los países más
golpeados, como España, Grecia y Portugal, son cada vez más los que se
preguntan por qué siguen sosteniendo el euro.
Si se
abandona la moneda común, se podría devaluar y la economía cobraría un nuevo
auge, sobre todo en países eminentemente turísticos, argumentan algunos citando
como ejemplo el rápido crecimiento que logró Argentina cuando abandonó la
paridad 1-1 frente al dólar.
Hollande
parece ser consciente de ello. Pero a la vez sabe que su país, la segunda
economía regional detrás de Alemania, no puede permitir una rebelión de ese
calibre que terminaría llevando a la quiebra a los grandes bancos de ambos
naciones, los grandes tenedores de deuda de sus socios en la eurozona.
En otras
palabras, Hollande y Merkel, pese a sus diferencias, están más cerca de
llegar a un acuerdo de lo que se piensa, subrayan la mayoría de los analistas
tras destacar el perfil pragmático de ambos dirigentes. La
coincidencia de intereses básicos que hacen a su salud financiera, pronostican,
les permitirá superar cualquier veleidad ideológica y buscar, a partir de su
inminente reunión en Berlín, el camino para conjugar la austeridad fiscal y el
crecimiento económico, algo así como el agua con el aceite.