30 may 2012

Romney, el mormón que buscará desalojar a Obama de la Casa Blanca






Un mormón multimillonario, que no convence a la ultraderecha de su partido pero tampoco atrae a moderados independientes ni a las minorías, es el hombre elegido por los republicanos para evitar la reelección del primer presidente negro de Estados Unidos.
Si fuera por la foto, Mitt Romney podría encarnar el tradicional papel de presidente estadounidense en una película de Hollywood: se muestra como un hombre maduro y elegante, seguro de sí mismo, con canas en las sienes y de sonrisa fácil. Sin embargo, si algo le falta al ex gobernador de Massachusetts, además de definiciones políticas y económicas más claras o congruentes con su historia, es carisma para poder disputar con mayor holgura las elecciones de noviembre y convertirse en el 45to. presidente de Estados Unidos.

Para la ultra derecha nucleada en el Tea Party, el discurso del candidato del establishment republicano contra Barack Obama es poco convincente. Si bien cuando gobernó su estado no aumentó los impuestos y contuvo el gasto, eje de la política neoliberal de los republicanos, Romney, de 65 años, tuvo una política de beneficios sociales más propia de los demócratas. La ley por la que concedió cobertura médica a todos los residentes de Massachusetts mediante apoyo estatal y una reforma del mercado de seguros, es prácticamente la misma que Obama intentó imponer en todo el país -aún sin éxito, dado que la cuestionan 26 de los 50 estados- cuando llegó a la Casa Blanca.
Algo semejante le sucede con los moderados y las minorías. Romney pasó de reconocer la igualdad de derechos de los homosexuales a rechazar de plano el matrimonio entre personas del mismo sexo, para citar uno de los muchos ejemplos de su ya conocido eclecticismo. Esa actitud oscilante provocó la renuncia de uno de sus principales asesores, declarado abiertamente gay, y una lluvia de acusaciones por lo que se interpretó como una concesión al Tea Party y a la iglesia mormona. Sumado a ello, la tradicional política anti inmigrantes de los republicanos le lleva poca agua al molino de Romney, quien según las encuestas está a unos cuarenta puntos por debajo de Obama entre los votantes hispanos.
A las desconfianzas y dudas que el ex gobernador despierta en sus propias filas, se agrega la campaña demócrata, que hace especial hincapié en cómo el aspirante republicano se hizo multimillonario en pocos años. Mientras Romney se presenta como un creador de empleos, los partidarios de Obama exhiben en videos la labor del ex gobernador al frente de Bain Capital, compañía dedicada a comprar empresas en dificultades, sanearlas mediante despidos masivos y revenderlas con grandes márgenes de ganancia. Como afirma en uno de los videos uno de los tantos trabajadores afectados, Romney fue un Robin Hood al revés mientras estuvo en Bain Capital: “le quitaba a los pobres para darle a los ricos”.
Pese a todo el lastre que debe cargar Romney, el presidente está lejos de tener garantizados otros cuatro años en la Casa Blanca. Su principal debilidad radica en la crisis económica de su país, herencia del republicano George W. Bush.
Si se tiene en cuenta que recibió una economía sumergida en la peor crisis de los últimos 80 años, altamente endeudada y con niveles récord de desempleo, la situación ha mejorado pese al constante boicot de los legisladores republicanos a todo intento de reactivación. El desempleo descendió a un 8,1%, las grandes compañías han comenzado a registrar ganancias, las exportaciones aumentaron un 7% y el gran motor de la economía estadounidense, el consumo, se está recuperando, aunque todavía es un tercio inferior a las épocas de bonanza.
Se trata, en suma, de una leve recuperación, pero insuficiente para compensar la angustia de los estadounidenses ante la falta de empleo, la pérdida de viviendas por falta de pago y la perspectiva de un lento crecimiento y la desazón de las promesas incumplidas, entre las que destaca la eliminación de las exensiones impositivas otorgadas por Bush a los más ricos y la reducción de los gravámenes a los más pobres.
En este contexto, no es de extrañar que ni el flamante candidato republicano ni el hombre que va a cumplir cuatro años en el Salón Oval tengan la vaca atada. Y así lo reflejan las encuestas. La consultora Gallup, al  resumir el resultado de sus sondeos durante el mes de mayo, concluyó que los dos candidatos a gobernar la primera potencia mundial hasta el 2017 están en un empate técnico a sólo seis meses de las elecciones.

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