25 may 2012

Mientras Grecia y España sufren, Alemania hace un buen negocio


Mientras los españoles se angustian pensando que un corralito puede hacer humo sus ahorros y lo griegos apuestan a las urnas para sacarse de encima los planes de austeridad neoliberales, Alemania, uno de los grandes tenedores de la deuda de la región, sigue sacándole jugo a la crisis.
   Las miradas están centradas en Grecia. El 17 de junio se celebrarán elecciones en las que el favorito parece ser Alexis Tsipras, un izquierdista que prometió poner fin al ajuste de cinturón impuesto por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea (UE) para evitar que el país entre en una cesación de pagos.
   Después de dos años de contracción -los salarios cayeron hasta un 50% en algunos gremios, el desempleo trepó al 20% de la población activa, la deuda pública se elevó al 135% del Producto Bruto Interno (PBI) y más de medio millón de pequeños negocios quebraron-, los comicios son un plebiscito sobre la viabilidad del neoliberalismo económico.


Grecia es, hoy por hoy, el mejor ejemplo del fracaso de esta política. Hasta el mismo FMI reconoció que su receta sagrada de reducir gastos y salarios no permitió a Atenas recuperar la confianza de los mercados, sanear su economía y generar empleo, sino todo lo contrario: la recesión se profundizó y los recortes sólo sirvieron para perder gran parte de los beneficios sociales.
   El revés democrático que seguramente sufrirá esta política en Grecia sacudirá a toda Europa, en particular a España, donde el gobierno del derechista Mariano Rajoy está aplicando el mismo plan fondomonetarista en un país donde el 22% de la gente vive en la pobreza, el 25% de la población activa está desempleada y el 50% de los jóvenes no encuentra empleo.
   Es más que obvio que si Grecia se niega a cumplir con las metas de austeridad y le dejan de suministrar dinero fresco, entrará en default y podría abandonar el euro para volver al dracma, desatando un pánico bancario que trascendería sus fronteras.
   Por ello, a medida que se profundiza la crisis, cada vez son más los españoles que se preguntan si sus ya menguados ahorros están seguros en los bancos y si el gobierno no terminará implantando un corralito al estilo de Argentina en el 2001.
   Pero a la vez, también muchos se preguntan por qué seguir respaldando el euro cuando el regreso a la moneda local, devaluación mediante, relanzaría las exportaciones e incrementaría los ingresos en países donde el turismo ha sido uno de sus grandes motores económicos.
   Sin embargo, Alemania, pese a haber perdido el apoyo de Francia con la llegada de Francois Hollande al Eliseo, se muestra inmutable. Su canciller, Angela Merkel, logró en la última cumbre de la UE que el organismo ratificara el reciente Pacto de Estabilidad y Crecimiento, un conjunto de exigentes metas de austeridad que debe cumplir todo miembro de la eurozona como condición para recibir apoyo financiero.
   En otras palabras, si los países en crisis -Grecia, España, Portugal, Irlanda e Italia- exprimen al máximo sus presupuestos, la UE, el FMI y el Banco Central Europeo (BCE) seguirán otorgando préstamos para que cumplan con sus acreedores, entre los que destaca la gran banca alemana.
   Sin duda, la actitud de Berlín es tan riesgosa como atractiva para sus propios intereses.
   A nadie se le escapa que los llamados países periféricos de la eurozona, arrinconados por la recesión que genera las medidas de austeridad y las demandas de una población cada vez más empobrecida, pueden terminar en un default. Sin embargo, se trata de un riesgo que vale la pena correr, según los analistas que respaldan la posición germana.
   Concretamente, alegan, la banca alemana y los bonos del Estado se han convertido en un refugio ideal para los capitales que huyen a medida que se va desmoronando la confianza en los países vecinos. Y lo mismo sucede en importantes sectores productivos. Mientras la parálisis económica deteriora, por ejemplo, la otrora pujante industria automovilística italiana, la alemana cobra un nuevo auge gracias precisamente al incremento de las inversiones y de la capacidad crediticia.
  En suma, la crisis que hoy padecen los países periféricos de la eurozona, profundizadas por las políticas de austeridad que impone Berlín, se traducen en un negocio para la banca, la industria y el gobierno alemán. Es un negocio riesgoso, sobre el que pende la cesación de pagos, pero es un negocio al fin.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esto es una prueba