Por Eduardo Kragelund
Los demócratas lograron una gran
victoria sobre los republicanos al obtener un nuevo presupuesto y un mayor
endeudamiento sin hacer concesiones, pero dejaron expuesto a Estados Unidos a
una crisis más profunda que pone en tela de juicio su liderazgo como primera
potencia mundial.
Luego de dos semanas de tira y
afloje que hicieron crujir las instituciones y la paciencia de sus
compatriotas, los legisladores de ambos partidos acordaron esta semana un
presupuesto que sólo durará poco más de dos meses y autorizaron pagos de la
deuda por algo más de tres meses. En otras palabras, se trata de un alto el
fuego para pasar las fiestas navideñas, al cabo de las cuales los contendientes
volverán al ring a tratar de evitar una nueva paralización del Estado y una cesación
de pagos.
Reducido a este contexto, los
republicanos, quienes exigían para autorizar el presupuesto y endeudamiento que
Barack Obama suspendiera la reforma sanitaria, el mayor éxito político de su
gestión, fueron los grandes perdedores. Así los calificó el Wall Street
Journal, diario tradicionalmente aliado del partido opositor: “Los republicanos
eligieron un objetivo que no podían alcanzar para tratar de desfinanciar el
plan de salud de Obama (...) y después eligieron un método políticamente
insostenible, insistiendo en una prolongada parálisis y amenazando con hacer
volar todo por el techo de la deuda”.
Para el ex candidato republicano
a la presidencia John McCain, las dos semanas de luchas fue “el capítulo más
vergonzoso que he vivido en los años que llevo en el Senado”, mientras que para
su correligionario y senador Toy Blunt lo peor son las consecuencias: “Logramos
crear una división entre nuestras filas sobre algo en lo que estábamos unidos,
sobre un asunto que no era alcanzable”.
Las encuestas pusieron de relieve
el creciente descontento de los estadounidenses, muchos de los cuales -unos
800.000- fueron suspendidos de la administración sin goce de sueldo. Un sondeo
de NBCNews y el Wall Street Journal mostró que un 70% piensa que los
republicanos anteponen sus intereses a los del país, hundiendo la popularidad
del partido a niveles récord. En particular, la encuesta indica que la
agrupación ultraderechista Tea Party, responsable de la radicalización del
Partido Republicano, pasó de ser un sector en alza a concitar el repudio del
47% de los entrevistados.
En este marco, la parálisis
legislativa renovó los ataques contra las instituciones más tradicionales, como
el capitolio, al que se lo comparó como un peligro mayor que Al Qaeda. “No
solemos referirnos al Congreso como lo que realmente es a estas alturas: el
peligro más claro y más actual para la seguridad nacional de Estados Unidos”,
subrayó Benjamin Wittes, uno de los expertos de la asociación independiente de
investigación política Brooking Institution.
El Partido Republicano, que lleva
perdidas cuatro de las últimas seis elecciones presidenciales, admitió su
crisis. En un informe elaborado por su conducción y divulgado esta semana,
reconoció que “será extremadamente difícil ganar las próximas elecciones
presidenciales” si no se realizan profundos cambios políticos e ideológicos.
“La percepción del partido por parte de la gente alcanzó su punto más bajo. Los
jóvenes se alejan cada día más de lo que el partido representa y muchas
minorías creen equivocadamente que al partido no le gustan o que no queremos
que estén en el país”, dijo el texto firmado por el presidente de la
agrupación, Reince Preibus.
Pese a esta lluvia de críticas y
autocríticas, los demócratas fueron cautos a lo hora de festejar su victoria
legislativa. Obama, sobre todo, se mostró equilibrado al señalar que el gran
perdedor de esta batalla había sido el país.
"La buena noticia es que nos
hemos levantado", declaró. Pero “nada ha dañado más la credibilidad de
Estados Unidos que el espectáculo que hemos dado en las pasadas semanas (...).
“Esta crisis ha envalentonado a nuestros enemigos, estimulado a nuestros
competidores y deprimido a nuestros amigos".
Es decir, Obama no sólo es
consciente de que la lucha por el presupuesto y la deuda se reinstalará ni bien
pase el fin de año. También sabe que los enfrentamientos y los riesgos corridos
al menos golpearon el papel de liderazgo que ejerce en el mundo.
La gran potencia, cuyos bonos de
deuda eran considerados hasta ahora la inversión más segura del planeta, puso a
temblar al sistema financiero con la sola posibilidad de caer en una cesación
de pagos por una reyerta interna de poco monta a los ojos del mundo. Si los
grandes propaladores del neoliberalismo terminan amenazando con no pagar sus obligaciones
por rencillas partidarias, se preguntan los analistas, que se podrá esperar
cuando avance la distensión con Irán y se requiera apoyo parlamentario para las
sanciones contra Teherán.
La pregunta no tiene respuesta,
al menos por ahora. Quizás la tenga al principio del año entrante, cuando Obama
deba enfrentar, en medio de la discusión del presupuesto y del endeudamiento,
las previsibles negociaciones con Irán, el desarme químico de Siria y las
consecuentes repercusiones en el conflicto de Medio Oriente.
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