24 mar 2013

Los republicanos cambian de piel para reconquistar la Casa Blanca




El Partido Republicano tuvo que perder cuatro de las últimas seis elecciones presidenciales para darse cuenta de que si sigue volcándose a la extrema derecha, satanizando a los inmigrantes, los homosexuales y los derechos de la mujer, sus candidatos seguirán durmiendo fuera de la Casa Blanca.
Así, al menos, lo reconoció el establishment del Grand Old Party en un extenso documento elaborado durante tres meses y tras consultar con más de 50 mil personas, en el que plantea una extensa –pero parcial– autocrítica para evitar que nuevos Obamas lleguen a la Oficina Oval. El partido ha tomado una "vía ideológica sin salida" para atraer a los sectores más radicales, como los supremacistas nucleados en el Tea Party, dice el informe divulgado esta semana. Pero esa política, que llevó a la reciente derrota del candidato presidencial republicano, Mitt Romney, generó desconfianza en la mayoría de los votantes.
"La percepción que el público tiene del partido alcanzó su punto más bajo. Los jóvenes cada día se alejan más de lo que el partido representa y muchas minorías creen equivocadamente que al partido no le gustan o que no queremos que estén en el país", subraya el informe. Las encuestas le dan la razón: el 62% de los estadounidenses creen que los republicanos no están interesados en sus problemas cotidianos, según el prestigioso Centro de Investigación Pew. Si se sigue por ese camino, agrega, "será extremadamente difícil ganar próximas elecciones presidenciales". Hay que hacer profundas "reformas internas" que relativicen las posiciones extremas y den lugar a los grandes temas que preocupan a los estadounidenses.
Bajo la consigna de "modernizar para llegar a más gente", la autocrítica republicana dice que deben dejar de mirarse el ombligo. "El Partido Republicano tiene que dejar de hablarse a sí mismo. Nos hemos convertido en expertos de cómo reforzar ideológicamente a los que ya piensan como nosotros, pero hemos perdido de forma devastadora nuestra capacidad para persuadir o aproximarnos a los que no están de acuerdo en todo con nosotros."
El primer paso "modernizador" es atraer a la primera minoría del país, los "hispanos", palabra que se menciona 99 veces en las 100 páginas del documento. "Tenemos que respaldar y encabezar una reforma migratoria integral" que incorpore a los 11 millones de latinos que viven ilegalmente en el país, declaró el presidente del partido, Rence Priebus. "Si no lo hacemos, el poder de convocatoria de nuestro partido seguirá disminuyendo."
En otras palabras, hay que evitar que se repita lo que sucedió en noviembre pasado, cuando Obama captó el 71% del voto hispano, que en total aportó 12 millones de votos, sobre todo teniendo en cuenta que para 2050 los blancos dejarán de ser mayoría en Estados Unidos.
En este punto parece no haber una gran resistencia en las filas republicanas. Sus legisladores están trabajando codo a codo con los demócratas, hasta el punto de que Rand Paul, el senador del Tea Party que hace unos meses planteaba electrificar la frontera con México para frenar a los inmigrantes, ahora se presenta como un abanderado de la reforma migratoria que el presidente quiere convertir en ley antes de que termine 2013.
La modernidad que demanda el documento republicano encontró más problemas en el tema de los derechos de los homosexuales y de las mujeres. Las encuestas marcan claramente cuál es el pensamiento de las mayorías y las reivindicaciones que deben asumirse para lograr el apoyo de estos sectores en las urnas. La mitad de los estadounidenses apoya el matrimonio igualitario, según el Centro de Investigación Pew. Pero si se toma en cuenta la llamada "Generación del Milenio", que abarca a los jóvenes entre 18 y 32 años y constituye el 27% de los votantes, el respaldo asciende al 70 por ciento.
"Hay una diferencia generacional dentro de nuestro movimiento conservador respecto a cuestiones como los derechos de los homosexuales", afirmó Glenn McCall, uno de los redactores del informe. Sin embargo, "los republicanos no necesitamos cambiar nuestra postura sobre el matrimonio igualitario: apoyamos el matrimonio tradicional, tal y como lo define nuestro creador", subrayó el integrante del Comité Nacional Republicano.
En otras palabras, la autocrítica republicana deja intacta la matriz ideológica del partido. En el texto no aparece ninguna mención a la política de George W. Bush, quien gestó la más profunda crisis económica desde la Gran Depresión de 1929 con intervenciones militares multimillonarias, desregulaciones de los mercados financieros, políticas impositivas que favorecieron a las grandes fortunas y una guerra abierta a los programas sociales. Por el contrario, reivindica los principios neoliberales que fomentan el individualismo y dejan en manos de los mercados el bienestar social. Sin ir más lejos, unos días antes de que se conociera la autocrítica, el legislador Paul Ryan, el mesiánico candidato a vicepresidente al que se le atribuye en parte la última derrota electoral de los republicanos, presentó una iniciativa para eliminar el Medicare, el programa de atención médica para los jubilados.
En este contexto, la que se considera como una de las más duras autocríticas republicanas, es un golpe de timón que no llega a garantizar un cambio de rumbo del partido. Como dijo Marco Rubio, el senador ultraconservador de extracción cubana y líder del Tea Party, los republicanos "no necesitan cambiar sus principios, solamente su manera de transmitirlos". «

No hay comentarios: